María Reina de La Paz

Oración para todos los días:

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, Ven, dador de los dones, Ven, luz de los corazones. Consolador magnífico, dulce huésped del alma, suave alivio. Descanso en la fatiga, brisa en el ardiente estío, consuelo en el llanto. ¡Oh, luz santísima, llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles! Sin tu ayuda nada hay en el hombre, nada que sea bueno. Lava lo que está sucio, riega lo que está seco, sana lo que está enfermo. Doblega lo que está rígido, calienta lo que está frío, endereza lo que está desviado.

Concede a tus fieles que en Ti confían, Tus sagrados dones. Dales el premio de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales la felicidad eterna. Amén. Aleluya, Aleluya.

V. Envía Tu Espíritu Señor.
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oremos: Oh Dios, que has instruido los corazones de tus fieles con la luz de tu Espíritu Santo, concédenos por este mismo Espíritu, gozar siempre de su consuelo. Por Cristo Nuestro Señor. Amén

(Consideración del día)

En la Virgen María, Reina de la Paz, Dios Padre nos muestra su amor. Por su intercesión, elevemos nuestras súplicas.
Reina de la Paz, ruega por nosotros 

Por la Iglesia, extendida por todo el universo: para que acoja en sí misma, como la Virgen María, la Palabra de salvación y engendre la vida nueva a los que Dios ha llamado
Reina de la Paz, ruega por nosotros 

Por la paz y la justicia en la comunidad humana: para que sean derribados los provectos de los soberbios, enaltecidos los humildes y colmados de bienes los pobres.
Reina de la Paz, ruega por nosotros 

Por todos los creyentes en Cristo: para que María los sostenga, como en la Iglesia naciente, y lleguen a formar un solo corazón. Roguemos al Señor.

Reina de la Paz, ruega por nosotros 

Por los consagrados al servicio del Reino de Dios: para que vivan su llamada con la misma generosidad con que María se ofreció a su Señor. Roguemos al Señor.
Reina de la Paz, ruega por nosotros 

Por nosotros: para que creamos sin reservas en el cumplimiento de la Palabra de Dios v progresemos en el camino de la fe. Roguemos al Señor.
Reina de la Paz, ruega por nosotros 

Oración final:
EL MAGNÍFICAT

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí, su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

DÍA PRIMERO
Sabemos, por el Evangelio, cómo Jesús fue misionero de paz. En su nacimiento los ángeles alabaron a Dios porque la paz había llegado a los hombres en quienes Dios se complace». Lc 2, 14.

Más adelante, cuando comenzó a predicar proclamó: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9) Y cuando envió a misionar a sus discípulos les dio instrucciones precisas para invocar la paz en las familias: «Al entrar en una casa, digan primero: «¡Que descienda la paz sobre esta casa!». Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes» (Lc 10,5-6).

También, en el contexto de la Ultima Cena, mientras se despedía de los Apóstoles volvió sobre el tema de la paz: «Les dejo la paz, mi paz les doy; no se las doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde» (Jn 14, 27). Días después, la tarde de la Resurrección, volvió a insistir: «La paz sea con ustedes. Como el Padre me envió también yo los envío. A quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados y a quienes se les retengan les quedan retenidos» (Jn 20,20-25). Vemos entonces, cómo la paz era importante para Jesús y cómo delegaba su difusión a sus discípulos. También nosotros hoy, somos responsables de la paz. La paz no depende de los políticos ni de las negociaciones, sino de nuestra propia conversión a Dios. Es el mensaje que la Virgen hoy nos presenta.

Cuando la Madre de Dios habló por primera vez sobre la paz, sus lágrimas corrieron por sus mejillas, deslizándose por el vestido hasta el suelo. Alguien ha llamado, con justa razón, a la Colina de las Apariciones: la colina de las lágrimas de María. Aquel día mencionó que venía «por la paz» y que «la paz debía reinar entre Dios y los hombres y los hombres entre sí, ¿De qué paz hablaba la Virgen? De la paz que es fruto de la redención. Fruto del misterio pascual de su Hijo. Por esa razón, aquel día la Virgen apareció frente a una gran cruz negra; para hacernos entender que la única paz posible para la humanidad es la que ya nos otorgó su Hijo por medio de su pascua.

En los mensajes de la «Gospa» sobre la paz, es claro, que para que la paz reine en el mundo, primero debe comenzar a reinar en cada corazón y en las familias. Sólo de esta forma, el hombre podrá interceder eficazmente por la paz. Ha dicho que «cuando se ora por la Paz y el corazón no está en paz con Dios y con el prójimo, esa oración no vale tanto». María es Reina de la Paz, porque nos la ofrece primero al corazón y a nuestras familias. Con su paz, que es la paz de Jesús, podremos interceder entonces por los demás.

DÍA SEGUNDO
Cuando la Virgen habló por primera vez sobre la paz, mencionó que para lograrla: era necesario tener fe. Y la fe también ocupa un puesto relevante en la predicación de Jesús. En cierta ocasión el Señor dijo: «Tengan fe en Dios, Yo les aseguro que quien diga a este monte: «Quítate y arrójate al mar y no vacila en su corazón, sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso les digo: Todo cuanto pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán” (Mc 11,22- 24). La fe es la virtud teologal por medio de la cual el hombre se adhiere personalmente a Dios; y al mismo tiempo, e inseparablemente, el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. Es un don sobrenatural de Dios y un acto humano, consciente y libre, que corresponde a la dignidad de la persona humana. De la fe, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica que, «Abraham es el mejor modelo y la Virgen María su realización más perfecta». CIC 1-44.

La Virgen con su presencia prolongada en Medjugorje pretende despertar la fe de los creyentes, a fin de obtener la paz y la conversión de los hombres. La Virgen ha dicho, que «para tener una fe firme es necesario dedicar tiempo a la oración y al ayuno». Ha dicho, además, que «no se debe ahondar demasiado en los problemas y en las preocupaciones, porque Dios tiene siempre su mirada en nosotros». El mundo racionalista y materialista de hoy con sus propias capacidades y tecnologías, parece haber descuidado la fe. La Virgen ha dicho que el mayor pecado del hombre de hoy consiste en la indiferencia a Dios».

Curiosamente, no ha dicho que es el aborto, la drogadicción, el alcoholismo, o los divorcios… «sino la indiferencia a Dios». Y era de esperarse, porque la indiferencia a Dios es la raíz de todos los males que afectan la humanidad. Pero hay que destacar, que el pecado de la indiferencia a Dios no es sólo de los ateos, sino también de muchos creyentes. De aquellos que no ven el sentido de acudir a Misa regularmente, ayunar, leer la Biblia, Adorar a Jesús Sacramentado, comprometerse con la Iglesia… También allí hay una marcada indiferencia a Dios, falta de fe. La Virgen entonces, viene a renovar la vida cristiana, Invita a todos a darle a Dios el primer lugar en sus vidas. De esta manera se comienza a trabajar por la paz. 

DÍA TERCERO
La Virgen ha dicho que el mensaje más importante que trae a la humanidad es la conversión. Todo lo demás se resume en esto. Y la conversión era el centro de la predicación de Jesús: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Noticia» (Mc 1,15), María nos quiere introducir, entonces, en el Reino de su Hijo, y quiere que éste llegue a todos por la conversión.

Si el corazón del hombre no cambia, no abandona el pecado y vuelve a Dios, difícilmente se podrá salvar. Todos, para María, estamos igualmente urgidos a la conversión. Ha dicho: «hay muchos creyentes que viven como verdaderos paganos; su nombre solo aparece en los archivos parroquiales y no viven de acuerdo al cristianismo». Para convertirse «hay que empezar a orar v tener una firme voluntad». Exhorta: «Conviértanse antes de que sea demasiado tarde, entreguen sus corazones a Dios». «Ustedes no saben lo que Dios enviará al mundo si no se convierten». «Este tiempo mientras estoy con ustedes es el periodo de gracia y conversión». Tengamos presente, que la conversión es un proceso que abarca toda la vida y todas las dimensiones del ser humano. El hombre sólo terminará de convertirse cuando Dios lo llame a su presencia. La vida cristiana es toda conversión; conversión frente a las huestes del maligno, el mundo y la carne. Quien salga victorioso de la batalla «heredará la corona que no se marchita» (1 Cor 9,25).

María está con nosotros para ayudarnos a cambiar de vida. Si desaprovechamos esta extraordinaria gracia, podríamos salir perjudicados. Ella quiere que su Hijo triunfe en medio de las tinieblas y de tantos desaciertos de la humanidad. Los tiempos presentes urgen una verdadera renovación de la fe que comienza con la conversión del corazón.

DÍA CUARTO
Si la conversión es el mensaje más importante, la oración es el más persistente de María.

Prácticamente, en todos sus mensajes, llama a la oración. Cuando comenzaron las apariciones, recomendó: «Recen todos los días el Credo, siete Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de las cinco llagas de Jesús, por las intenciones del Papa y para pedir el Espíritu Santo». Después pidió rezar diariamente una parte del Rosario; y con motivo de la Vigilia de su Asunción a los Cielos, el 14 de agosto de 1984, las tres partes todos los días. Más adelante, invitó a las familias a orar una media hora antes de iniciar las labores y media hora, como acción de gracias al finalizar el trabajo del día. También recomendó la Adoración a Jesús Sacramentado, el Vía Crucis y la Veneración a la Cruz. Para pedir después, que, durante la jornada cotidiana, se llenaran hasta los espacios más pequeños con jaculatorias. Después en el año 2000, pidió formar grupos de oración, y dijo:

¡Queridos hijos: que la oración sea la vida!»

La oración, por consiguiente, es la vida del cristiano. A través de sus mensajes la Virgen desarrolla una auténtica pedagogía de la oración cristiana. No con formas o expresiones novedosas, sino adaptándose a las ya conocidas y avaladas por el Magisterio de la iglesia.

La oración no debe ser jamás una actividad paralela a las demás, sino la vida misma del creyente. La Virgen ha superado la antigua oposición y dialéctica entre contemplación y acción. Nos hace descubrir con sus mensajes que el hombre está llamado a hacerse oración y la oración hombre. Ella espera que los fieles en el tiempo presente y con sus agitados ritmos de vida, retomen la vida de oración continua. A la pregunta del por qué pide tantas oraciones, responde:

«Miren a su alrededor y se darán cuenta cuán grande es el pecado que domina en el mundo. Por tanto, oren para que triunfe Jesús Mensaje de la Virgen 13-9-84.

Otro aspecto de la vida de oración que la Virgen desea suscitar en sus hijos es que ésta se debe desarrollar «con el corazón». Se trata, sobre todo, de asociar siempre, evitando las distracciones-la mente y los sentidos a la oración interior del amor; en serenidad, paz y afecto. La oración con el corazón es uno de los aspectos relevantes de la espiritualidad de Medjugorje: «oración necesaria para los tiempos que se viven dice María y para adquirir la auténtica conversión».

DÍA QUINTO

Desde el tercer dia de las apariciones la Gospa mencionó que era necesario ayunar para obtener la paz.

Cuando le preguntaron, «¿cómo debía hacerse?» respondió: «El mejor ayuno es el ayuno a pan y agua». Y en la vigilia de su Asunción el 14 de agosto de 1984, pidió que se hiciera dos veces por semana; los miércoles y los viernes. No para que de los dos días se eligiera uno, sino para que de los siete días de la semana se eligieran siempre los miércoles y los viernes para ayunar. ¿Por qué los miércoles y los viernes? La respuesta es simple: Porque originalmente eran los días de ayuno de la Iglesia. Los primeros cristianos sustituyeron los días habituales de ayuno de los judíos (lunes y jueves) por el de los miércoles y los viernes. Así consta en la «Doctrina de los Doce Apóstoles». Una especie de catecismo de los Padres Apostólicos redactado en Siria a finales del siglo II. El primer día de ayuno se hacía por la conversión de los pecadores porque ese día la iglesia recordaba la traición de Judas.

El segundo, en unión al sacrificio de Cristo en la cruz. Es un error pensar que dos días de ayuno a la semana es demasiado, o bien, pueden afectar la salud corporal. De ser así, habría que concluir que: «la Virgen viene a enfermarnos». Y en realidad es lo contrario. Hoy es sabido que muchas enfermedades aparecen por desórdenes alimenticios. Cuando una persona visita un naturista, por lo general, le recomienda ayunar y nadie le rebate. Cuando muchos suben de peso y tienen problemas de salud comienzan a practicar ejercicios. La Virgen, sin embargo, nos invita a ayunar dos veces por semana a pan y agua, y muchos piensan que se ha equivocado o bien, que no es necesario para su vida espiritual.

Es preciso recordar, que cuando la Virgen pide ayunar, no está pidiendo pasar hambre, sino sustituir las tres comidas habituales por sólo pan y agua. El ayuno del cuerpo libera al hombre de las pasiones, de los miedos, de las inseguridades, etc., para proveer al espíritu de alegría, paz y amor. La Madre de Dios recuerda, además, que, «para poder orar con el corazón es necesario ayunar». Quien ayuna con frecuencia tendrá menos problemas con las distracciones en la oración y estará más abierto a la voluntad de Dios. El ayuno, por consiguiente, es uno de los principales mensajes de la Gospa, y quizás el más práctico por haberse descuidado en la Iglesia.

DÍA SEXTO
La Virgen propone a las familias que tengan en su hogar, un espacio reservado a la oración, denominado, en la tradición cristiana: «altar familiar.» En el centro del mismo, un Crucifijo y delante de él, la Biblia abierta, a fin de estimular a todos a la lectura y la meditación. También puede incluir la imagen de la Virgen, agua bendita y el Santo Rosario. El altar familiar es un lugar privilegiado para el encuentro de oración diario o semanal. En él se reza el Rosario y se medita la Sagrada Escritura de acuerdo al calendario litúrgico. La Virgen hablando de la importancia de la meditación diaria de la Palabra de Dios dijo:

«¡Queridos hijos!: les revelo un secreto espiritual: si quieren estar más fuertes contra el mal, tengan una conciencia activa. Para esto, oren mucho por la mañana y lean un texto del Evangelio. Graben la Palabra divina en sus corazones y vívanla durante la jornada, sobre todo en las pruebas, y en la noche estarán más fuertes». Mensaje de la Virgen 3-8-84

La Madre de Dios espera también, que los padres enseñen a sus hijos a leer y meditar la Biblia. Que oren con ellos y les den buenos consejos. Cuando le abrimos el corazón a María es fácil renunciar a los placeres y encontrar el tiempo para orar en familia. También el Papa ha dicho: «La familia que reza unida, permanece unida». El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios. Muchos problemas de las familias contemporáneas, especialmente en las sociedades económicamente más desarrolladas, derivan de una creciente dificultad para comunicarse. No se consigue estar juntos y a veces los raros momentos de reunión quedan absorbidos por las imágenes de un televisor. Volver a rezar el Rosario en familia significa introducir en la vida cotidiana otras imágenes muy distintas, las del misterio que salva: la imagen del Redentor, la imagen de su Madre santísima.

La Biblia y el Rosario, pues, son medios apropiados para que la familia cristiana recupere su vocación al amor y esté más abierta a la voluntad de Dios. Ya Jesús había indicado: «Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó porque estaba cimentada sobre roca». (Mt 7,24-20). La Virgen en Medjugorje recuerda que la Palabra de Dios y la oración son «roca» del hogar.

DÍA SÉPTIMO
La Confesión es otro de los mensajes principales de La Virgen. Ella ha dicho que los fieles deben acudir a la Santa Confesión cada mes, y siempre que se tenga conciencia de haber pecado gravemente. También ha dicho: «No se confiesen por rutina para continuar siendo los mismos. No, así no está bien. La Confesión debe darles un nuevo impulso a su vida de fe. Debe estimularlos y acercarlos a Jesús. Si para ustedes la Confesión no significa nada, en verdad, difícilmente se convertirán». Mensaje de la Virgen 7-11-83

El 2 de agosto de 1981, los videntes narran la siguiente anécdota que nos hará reconocer cuán grave es el pecado ante Dios y la necesidad que todos tenemos de confesarnos frecuentemente. La Virgen se le apareció a la vidente María Pavlovic en su habitación y le dijo: «Vayan todos juntos a la llanura de Gumno, pues, se está llevando a cabo una gran batalla, una batalla entre mi Hijo y Satanás; la puesta en juego son las almas». Ese día, siguieron a los videntes unas cuarenta personas a la llanura indicada, unos 200 metros de la casa de Vicka. Antes de que la Virgen apareciera, algunos fieles dijeron a los videntes: «ya que no podemos verla, preguntadle si la podemos tocar». Cuando la Virgen apareció le remitieron la inquietud y contestó: «Siempre hay incrédulos. Díganles que me pueden tocar». Entonces, los muchachos alargaron la mano de cada uno de ellos, hacia el sitio donde veían suspendida la aparición. Cuando ésta terminó la mayoría afirmó: «haber sentido algo extraño al tocar los vestidos de la Virgen». Unos, una especie de corriente, otros, un calor o algo parecido a una tela de vestir.

Los videntes se retiraron mientras María Pavlovic permanecía llorando sentada en una piedra. Cuando le preguntaron: «¿por qué llora?» Respondió: «Porque ustedes han manchado el vestido de la Virgen. Mientras ponían las manos sobre sus vestidos, vimos aparecer unas manchas negras. Le preguntamos «¿por qué aparecen esas manchas?» y nos dijo: «Porque me han tocado en pecado. Díganles que se confiesen».

Entonces, todos se fueron a confesar. Algunos llevaban muchos años sin hacerlo. Para la Virgen, era obvio, más importante que tocarla a Ella era la Confesión. La batalla en curso que se libraba era que el demonio hacía ver a muchos que no era necesario confesarse. Sin embargo, Cristo venció valiéndose de la curiosidad humana a través de María.

Recordemos que la Confesión es el sacramento más importante después del Bautismo, el único que anticipa, en cierta manera, el juicio a que será sometido el fiel al fin de su vida terrena. Menciona el Catecismo de la Iglesia Católica: «Porque es ahora, en esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta» CIC 1470.

DÍA OCTAVO
La Eucaristía siempre ha sido el centro de la espiritualidad en Medjugorje. La Virgen desde inicio introdujo a los videntes y a la parroquia en una profunda espiritualidad eucarística. Hasta punto, que su aparición diaria ocurre, precisamente, veinte minutos antes de la gran celebración eucarística; con todos los sacerdotes y peregrinos que llegan al Santuario. De esta manera, aparición de la Gospa viene a ser una preparación para un encuentro más significativo de los fieles: el de la presencia de Jesús en el Altar. En Medjugorje todos entienden que la Eucaristía es lo primero.

La misma Virgen recomienda que «es mejor para los fieles permanecer en la iglesia preparándose para la Eucaristía, que estar con los videntes en el momento de la aparición». Y a ellos les ha enseñado que «comulgar vale más que ser vidente». También les ha dicho que: «Si tienen que escoger entre ir a Misa y encontrarse conmigo en la aparición prefieran la Eucaristía porque en ella está presente mi Hijo y en la aparición estoy yo».

La Madre de Dios también se lamenta porque muchos católicos no entienden lo que es la Eucaristía. Un día apareció llorando, y al preguntarle: «por qué lo hacía» respondió: «Porque muchos no saben el valor que tiene la Eucaristía». Fue entonces cuando pidió que antes de participar en Misa los fieles se prepararan, al menos, con 15 minutos de oración y al finalizar hicieran otro tanto «para agradecer a Dios por los múltiples beneficios recibidos».

Por tal razón en Medjugorje, antes de iniciar cada día la Misa vespertina, se rezan 10 misterios del Rosario y al concluir el Credo, siete Padrenuestros, siete Avemarías y siete Glorias; para dar paso después a la tercera parte del Rosario. La Virgen ha mencionado, además, que «el momento más solemne de la Eucaristía y donde más gracias se pueden recibir, es durante la Consagración».

Y en relación al culto de la Eucaristía fuera de Misa la Gospa recomienda: «Que se Adore sin interrupción el Santísimo Sacramento del Altar. Yo estoy siempre presente cuando los fieles están en Adoración. En ese momento se obtienen gracias particulares». Es incomprensible, pues, el mensaje de Medjugorje sin la referencia explícita a la Eucaristía. La Virgen pide a los fieles de ser posible asistir a Misa todos los días. Y ha dicho «que la Eucaristía es la mejor y más completa de todas las oraciones».

DÍA NOVENO
El día que la Virgen escogió para aparecer en Medjugorje por primera vez, fue el dia de la Solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista, el más grande de los profetas. Tal dia conmemoramos el alumbramiento de santa Isabel, pariente cercana de la Madre de Dios. Y María, como la tradición indica, asistió a la venida al mundo del Precursor (Cf. Lc 1,56). Entonces, la Solemnidad del nacimiento de Juan el Bautista tiene, además, una clara dimensión mariana. María es la Reina de los Profetas y Ella nos invita ahora a construir la paz en el día del nacimiento del más grande de los profetas; a quien Ella asistió en su nacimiento.

La paz que la Virgen espera que construyamos, no tiene nada que ver con negociaciones políticas sino con la conversión, la oración v el ayuno. La Reina de los Profetas, como Precursora, hoy nos muestra el camino seguro para la reconciliación, la armonía y la paz entre los hombres.

La Virgen recuerda, que ha venido, «a invitarnos a alguna renuncia para que, con nuestra ayuda se cumpla todo lo que quiere realizar según los secretos que comenzó en Fátima». (Cf. 25-8-9 1). Por tanto, las apariciones actuales de Medjugorje: son la continuidad y la conclusión de las de Fátima. Afirma, además, que «son las últimas apariciones suyas para la humanidad». Quizá por ello, son tan largas y continuas.

Como en Fátima, el mensaje de María en Medjugorje, construye la paz del mundo. La Virgen ha prometido: «que cuando se realicen los 10 secretos que les ha confiado a los videntes, la vida del mundo cambiará y la humanidad volverá a Dios». «Muchos sostiene se tirarán hasta de los cabellos y maldecirán los días que vivieron sin Dios». Sin embargo, cabe destacar, que, su presencia prolongada intenta anticipar en cierta manera, el Triunfo final de su Corazón Inmaculado. Por tal razón, continúa invitándonos a la conversión, a fin de conquistar para Dios cuántos más corazones sea posible.

El mensaje, más relevante, por tanto, no es otro que: la presencia prolongada de Nuestra Señora. Si acogemos de corazón su invitación, podremos esperar para el futuro «un jardín». De lo contrario, como advertiría Juan Pablo II, en el acto de Consagración a María del Nuevo Milenio, en el año del Gran Jubileo: «la humanidad podrá perecer en un cúmulo de escombros». Por eso, a María, aurora de la Salvación, confiemos nuestro camino en el nuevo milenio, para que bajo su guía todos los hombres descubran a Cristo, Luz del mundo y único Salvador, que reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos»