NUESTRA SEÑORA DE MONGUÍ
Oración para todos los días:
Oh tierna y cariñosa madre de Monguí, con la confianza con que un hijo acude a los brazos de su buena madre, me acerco a Vos para ponerme una vez más bajo la tutela de vuestro augusto patrocinio y consagrarme enteramente a Vos.
Sé que me amáis Madre dulcísima, sé que me queréis y tenéis todo para remediar todas mis necesidades; sé que os interesáis por mi felicidad espiritual y temporal. ¿Qué cosa más agradable para mí que consagrarme enteramente a Vos? Recibidme, pues, por la intersección del glorioso Patriarca San José, bajo vuestro amparo y protección y disponed de mí como os agrade. Remediad, Señora, mis necesidades y las de toda mi familia; atended con solicitud mis clamores y los de todos los que hayan de acudir a Vos; portaos, en fin, conmigo como verdadera y cariñosa madre, y dadme la virtud y gracia que necesito para que, en medio de tantos trabajos y tribulaciones que se experimentan en este valle de lágrimas, merezca vivir y morir cobijado con vuestro manto y repitiendo vuestro dulce nombre junto con el de vuestro amantísimo Hijo y el de vuestro Esposo San José. Amén.
Dios te salve María…
Gozos a la Santísima Virgen:
Del sol de los pesares agobiados, acudimos a Vos mañana y tarde,
Proteged, oh piadosa y tierna Madre, los hijos que veis aquí postrados.
Desde su humilde y recatada estancia, palpitante de amor sube hasta el cielo, en alas de ovación y ardiente anhelo la “Gran Mujer” desde su tierna infancia, ¡ah! mejor que de rosas su fragancia, de su virtud seamos perfumados.
Proteged, oh piadosa y tierna Madre, los hijos que veis aquí postrados.
Arrebatado de belleza tanta, ante ese blanco y perfumado lirio con divinal transporte y con delirio: «Esa es mi amada, mi muy santa, que de entre las espinas se levanta», dijo el Eterno a todos los culpados.
Proteged, oh piadosa y tierna Madre, los hijos que veis aquí postrados.
Vos que sois la Mujer que en Patmos viera el místico profeta allá en el cielo revestida de sol, entre amplio velo por escabel de luna en media esfera, llevando, cual paloma mensajera, los ayes de los pobres desterrados.
Proteged, oh piadosa y tierna Madre, los hijos que veis aquí postrados.
Vos que estrecháis con material ternura, al Hijo eterno Vuestro hijo, mostrad al desterrado un rumbo fijo, por donde marche con el palma pura y pues sois Vos la vida y la dulzura, apacentamos en celestes prados.
Proteged, oh piadosa y tierna Madre, los hijos que veis aquí postrados.
Salve! Oh fuente de amor, del mar estrella, misterio entre las nubes del ocaso, de fragancias divinas rico vaso, inspiración del alba, fresca y bella ¡Si en Vos Divino Amor marcó su huella concediéndoos los dones más preciados! Proteged, oh piadosa y tierna Madre, los hijos que veis aquí postrados.
Proteged, oh piadosa y tierna Madre, los hijos que veis aquí postrados.
Oración final:
Oh Virgen de Monguí, ya que por disposición divina habéis querido escoger este lugar para establecer vuestro trono y ser el consuelo y el alivio de los hijos de este pueblo, y de todos los que de otros lugares y ciudades vienen a postrarse a vuestros pies, en busca de socorro en sus necesidades, de medicina en sus enfermedades, de protección en todas sus tribulaciones, dignaos, Señora, rogar a vuestro Divino Hijo, a quien lleváis en vuestros brazos, que atienda nuestras súplicas, se compadezca de nuestras miserias; remedie nuestros males, nos haga felices en esta vida y bienaventurados en el cielo.
CONSIDERACIONES
DÍA PRIMERO
MARÍA FUE INMACULADA DESDE EL PRIMER INSTANTE DE SU EXISTENCIA
Consideremos la pureza de María; llegó a tan alto grado, que según San Ambrosio no es dable a ninguna criatura imaginarlo. Su pureza excede a la de todos los Santos, pues a todos ellos manchó la culpa original. Sólo la Inmaculada Virgen por privilegio especial, fue purísima desde el primer momento de su existencia. Plegó al padre Eterno conservar a María inmune de la culpa original, porque era hija suya, su primogénita predilecta, engendrada antes que toda otra criatura. Convino al Hijo preservar a María de toda sombra de pecado la Madre Suya, pues a un Dios todo pureza y santidad le era natural elegir una Madre como ninguna otra madre, Madre purísima concebida sin pecado. El Espíritu Santo la llenó de gracia y la adornó con espléndidas virtudes y con todas las gracias y bellezas porque la destinaba para esposa suya.
Gemía la humanidad bajo el peso el vicio y del pecado, cuando María radiante de pureza, de hermosura, apareció en el mundo disipando con la claridad de sus virtudes las oscuras y tenebrosas sombras del pecado. La iglesia en confirmación de esta verdad ha definido el dogma de la Inmaculada Concepción de María.
Oh Virgen Inmaculada!, por vuestra pureza, gracia y virtudes con que fuisteis enriquecida desde el primer instante de vuestro Ser, haced que todos los que hacemos esta novena, purifiquemos nuestra conciencia mediante una confirmación de esta verdad ha definido el dogma de la Inmaculada Concepción de María.
Oh Virgen Inmaculada!, por vuestra pureza, gracia y virtudes con que fuisteis enriquecida desde el primer instante de vuestro Ser, haced que todos los que hacemos esta novena, purifiquemos nuestra conciencia mediante una buena confesión, vivamos sin pecado y seamos dignos de contemplar vuestra divina hermosura allá en el cielo.
DÍA SEGUNDO
MARIA SUPERÓ A TODOS LOS SANTOS EN LA GRACIA Y EN EL AMOR
Consideremos que la Virgen María desde el primer instante de su Ser empezó a amar a Dios: este amor era su vida, su alma, su aliento y su respiración; amó sin tregua, sin tibieza, sin el menor obstáculo de culpa; el amor divino ardió en su Corazón Inmaculado con tal vehemencia, que no pudo acoger defecto alguno, ni el sueño impedía a tan amante Reina amar a Dios; si el cuerpo descansaba y el sueño velaba sus originales ojos, su alma, como dice San Bernardino, se elevaba libremente al Señor y su contemplación era en aquel tiempo tan perfecta, cual ningún otro mortal podría tenerla estando despierto. Bien podía decir con la esposa de los Cantares: «Duermo y mi corazón vela». En fin, dice el mismo Santo «Mientras María vivió en este mundo, estuvo constantemente amando a Dios».
Aprendemos, pues, de María a amar a Dios. Nuestro fin sobre la tierra es amar a Dios. Si cumplimos con este fin y le amamos con toda el alma sobre todas las cosas, en todo tiempo y lugar, por toda nuestra vida, es decir, si imitamos a la Virgen María en esta virtud del amor a Dios, Ella nos alcanzará de su Divino Hijo una gracia especial, en virtud de la cual eremos bienaventurados en el tiempo y en la eternidad.
DÍA TERCERO
HUMILDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Considera que la humildad de María fuer tan grande, que no tiene igual entre los ángeles ni entre los hombres. María es el modelo perfecto de esa virtud, llena de gracia, superior a todos los celestiales espíritus en meritos y belleza, bendita entre todas las mujeres. Reina entre los ángeles y de los hombres, escogida entre millares para madre de Dios, en el momento mismo en que el Arcángel Gabriel le anuncia la incomparable dignidad de madre de Dios, se humilla, se anonada y dice: «He aquí la esclava del Señor». Palabras sublimes cuyo eco subió hasta el trono del Altísimo e hicieron descender al Divino Verbo hasta la tierra, divinizar la naturaleza humana y engrandecer la que se tenía por esclava. Con razón en éxtasis de amor canto María: «Porque miro la humildad de su esclava, bienaventurada me llamarán todas las generaciones». Efectivamente, bienaventurada la cantaron los Patriarcas y Profetas, bienaventurada la proclaman los Ángeles en el cielo, «Bienaventurada» la llamó el Arcángel, bienaventurada la publican y le invocan todos los fieles en todas las naciones y a través de todos los siglos.
DÍA CUARTO
CONFORMIDAD DE MARÍA CON LA VOLUNTAD DE DIOS
Consideremos la gran conformidad de María Santísima con la voluntad de Dios. Bastábale a esta Señora conocer la voluntad de su Dios, para cumplirla inmediatamente aunque fuera en cosas doloras y difíciles. Basta recordar la vida de la Virgen María, para llegar a comprender como se sometió en un todo a la voluntad divina tanto en lo prospero como en lo adverso.
El Altísimo la destina para Madre de Dios, y ella contesta: «Hágase en Mi vuestra santísima voluntad». El Señor le ordena que deje patria, familia, hogar y vaya a tierra extraña, y María, sin la menor resistencia, con prontitud y alegría hace lo que Dios quiere.
Pero donde más resalta con luz vivísima la conformidad de esta tiernísima Madre es al pie de la cruz en la muerte de su adorado y único hijo. Unió tan íntimamente su corazón al de Jesús, que ambos padecieron cruentísimos tormentos en el cuerpo y en alma; ambos se ofrecieron en sacrificios al eterno Padre por los pecados de la humanidad y ambos obraron el gran misterio de la redención.
Oh! Alma cristiana!, procura en toda, a imitación de la madre de Dios, conformar Tú voluntad con la voluntad de tu Creador.
DÍA QUINTO
MARIA ALIVIA A LOS HOMBRE EN TODAS LA PENAS DE LA VIDA.
El deseo que tiene la Santísima Virgen de aliviar nuestros males es tan vehemente, tan intenso, que en el momento que imploramos su misericordia, oye nuestras súplicas.
En María el pecador halla refugio y perdón de sus pecados. El alma atribulada alcanza la paz perdida y el enfermo alivia en sus dolores. Feliz el desgraciado que en medio de sus penas invoca a la Madre de la misericordia!, Bendito el pecador que desde el abismo de sus crímenes, levanta los ojos a María!, con cuanta devoción y confianza debemos acercarnos a los altares de María y suplicarle el remedio de nuestras necesidades: Su compasión no exceptúa ninguno; basta que nuestro corazón esté afligido para que Ella venga a dulcificarlo. Ella, la que vierte sobre nuestras dolencias y heridas el bálsamo del consuelo. Ella, la que alienta nuestras almas con el licor de la fortaleza para que podamos llevar la cruz que la Divina Providencia tiene a bien enviarnos.
No desoigamos por más tiempo su dulce voz, es nuestra Madre la que nos llama; vamos a Ella; contémosle nuestras penas, abrámosle nuestro corazón y pidámosle que nos perdone. Ella conoce nuestras ingratitudes y sabe cuán mal hemos correspondido a los beneficios de Dios. Pero el amor de esta cariñosa Madre es sin límites y se compadecerá de nosotros. Recuramos, pues, a María como protectora universal, puesto que Ella a nadie despide sí hacerle experimentar algún consuelo.
DÍA SEXTO
MARÍA ES NUESTRA ABOGADA EN EL TRIBUNAL DE DIOS
La Iglesia, nuestra madre, ha llamado a María abogada de los pecadores, porque ha tomado sobre Sí el oficio de protegernos con la solicitud de una cariñosa Madre. ¿Qué fuera de nosotros sin el dulce apoyo de María?, Ah, ya habríamos recibido el doloroso golpe del castigo!, pero esta tierna Madre ha detenido la espada de la justicia intercediendo por nosotros. Pero que mal hemos pagado sus cuidados. Esas lagrimas de dolor que Ella derramo en el calvario no han ablandado nuestros corazones endurecidos en el crimen; ciegos, delirantes nos dejamos arrastrar de efimeros placeres que degradan el alma, matan el cuerpo y llenan el corazón de hastío y remordimiento. Entre tanto, esta dulcísima Madre de las misericordias pide al Padre Celestial perdón por el ingrato. Le ruega detenga en sus manos el rayo exterminador con que había de castigar al hijo desaparecido, y con amor materno manifiesta a su Divino Hijo lo frágil de nuestra naturaleza, la violencia de la tentación y las constantes acechanzas de nuestro común enemigo.
Si, Reina mía, Vos sois después de Dios, mi único consuelo, gracias os doy, por todos los beneficios recibidos, nacidos de vuestro amor y de vuestra bondad. Rogad, Señora, por nosotros, guiadnos hacia el cielo para gozar de vuestra dulce compañía por toda la eternidad
DÍA SÉPTIMO
MARÍA NOS APARTA DEL DERROCHE Y VANIDADES DEL MUNDO.
Consideremos la utilidad que nos reporta el ser devotos de María, pues Ella no nos abandona jamás y constantemente nos presta sus auxilios. Aleja de nuestro lado al Ángel de la tinieblas que nos fascina con encantos y vanidades mundanales, origen de tantos pecados. Para salir del estado de enervamiento moral y de tibieza a que las frívolas vanidades y pasatiempos nos han conducido, debemos confiar en María; su protección nos hará elevarnos sobre nosotros mismos, despreciar los efímeros e ilusorios goces de este mundo para llegar a contemplar la grandezas celestiales.
Hagamos firme resolución de abandonar los placeres, romper con nuestras pasiones, alejarnos de los objetos sensuales y de todos esos lazos que nos tienen cautivos. ¿Que podremos esperar del mundo, de sus lujos y vanidades? Son tan fugaces sus encantos, tan efímeras sus glorias, tan precarios sus consuelos que hallamos aquí en la tierra que es preciso seguir el ejemplo de nuestra Madre María, quien miró con indiferencia todo lo que el mundo ofrece para poner su corazón y sus pensamientos solo en Dios, el único que puede satisfacer plenamente nuestra alma y hacerla feliz. Una vez más levantemos nuestras miradas y nuestros pensamientos a María, contemplemos su dignidad, su grandeza, sus virtudes y sus perfecciones para que comprendamos mejor su humildad, su modestia, su amor a la pobreza, a los desprecios y al sufrimiento. Cuando las tribulaciones se apoderen de nuestro espíritu, cuando el desprecio y las humillaciones vengan a torturar nuestro corazón, acudamos a María. Ella nos consolará y derramará en nuestra alma la paz, la tranquilidad y la felicidad celestial.
DÍA OCTAVO
MARIA ILUMINA NUESTRO ESPÍRITU
Consideremos cómo esta sapientisima Virgen nos ilustra con sus obras, palabras y ejemplos. Ella con el resplandor de su misericordia ilumina el obstinado corazón, haciéndole conocer el miserable estado en que se encuentra. María es el faro luminoso que nos guia en la tenebrosa noche de la vida. María es aquella mujer figurada en el Apocalipsis, vestida de sol y con la luna bajo sus pies; pues así como el sol da luz a la luna, así María esparce sus rayos de luz por todos los ámbitos de la tierra. María esparce sus rayos de luz por todos los ámbitos de la tierra. San Agustin la llama Maestra de todas las gentes; y, efectivamente. Ella ilustró a los Apóstoles, enseñó a los primitivos cristianos, fortaleció a los Mártires y toda su vida fue como una antorcha encendida cuyos rayos de luz han ilustrado todas las generaciones.
Recurramos a la Santísima Virgen; tributémosle todo el culto que Ella merece; imploremos cada día su patrocinio; invoquemos su dulce nombre y no dudemos que nos mirará con ojos de piedad y que sus miradas serán como saetas y rayos de luz que nos harán conocer nuestras muchas culpas e iluminarán el camino a la eternidad.
DÍA NOVENO
MARÍA ES NUESTRA MADRE
¡Consideremos hoy, oh devotos hijos de María! La solicitud con que Ella atiende nuestras súplicas y remedia nuestros males.
Constituida Madre de todo el género humano allá en la cumbre del Calvario, en medio de los cruelísimos tormentos que padecía su alma con la muerte de su amado Hijo, quiso cumplir esa misión de Madre a través de todos los siglos en todos los lugares de la tierra y manifestarlo visiblemente con todos los que invoquen con Fe y con amor. Por esto quiso ser honrada en diversas advocaciones, como la del Carmen, el Rosario el Perpetuo Socorro, las Mercedes; por eso desde tiempos muy remotos y en diversas naciones quiso aparecerse de modo sobre natural y divino, como en el Monte Carmelo, en Lourdes, en Chiquinquirá y otras partes; por eso ha obrado portentosos milagros en favor de los desgraciados y necesitados, por eso, sin olvidarse de los numerosos piadosos habitantes de las crestas y altiplanicies de los Andes, y descendientes de los Chibchas, ha elegido el simpático pueblo de Monguí, para fijar en él su trono y ejercer de manera especial los oficios de Madre compasiva, de Reina y Señora misericordiosa, Abogada poderosa, de benefactora sin igual. Sí, desde ahí, enjugáis las lágrimas de los que, con el corazón contrito, con llanto en los ojos y afectos tiernos y fervorosos, vienen a implorar vuestro socorro, sois el médico con bálsamo celestial curáis las llagas y las dolencias corporales y espirituales de la pobre humanidad; sois el consuelos y la alegría de los que sufren en esta tierra de tormento sois el sostén de los pobres, de los desvalidos huérfanos y de todos los que a Vos, oh Madre cariñosa! Acuden con el corazón lleno de esperanza.
Virgen de Mongui! Desde ese trono en que os halláis, dirigid una mirada de compasión sobre este pueblo que tanto os ama; sobre cada uno de s habitantes, ausentes y presentes que os llevan grabada en el corazón; sobre vuestros fieles devotos que, dejando sus hogares y familias y haciendo sacrificios, vienen a postrarse a vuestra sagrada imagen, a contemplar vuestras grandezas y a solicitar vuestra protección y amparo. Oíd sus oraciones, cogedlos de la mano y no los dejéis hasta que los veáis en el cielo.
Adaptado de:https://es.scribd.com/document/749769097/Novena-Virgen-de-Mongui