El tiempo pascual es el más fuerte de todo el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas hasta Pentecostés. Es la Pascua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas, hasta Pentecostés. Es la Pascua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado de la muerte a la vida, a su existencia definitiva y gloriosa. Es la pascua también de la Iglesia, su Cuerpo, que es introducida en la Vida Nueva de su Señor por medio del Espíritu que Cristo le dio el día del primer Pentecostés. El origen de esta cincuentena se remonta a los orígenes del Año litúrgico.
El tiempo de Pascua es el más importante de todos los tiempos litúrgicos, puesto que celebramos el centro de nuestra fe cristiana, que es la muerte y resurrección de Jesús. El término «Pascua» significa precisamente «paso», pues Cristo muriendo en la cruz ha pasado de la muerte a la vida para hacernos pasar con él, elevando así nuestra humanidad a una existencia definitiva y gloriosa. Es la pascua también de la Iglesia, su Cuerpo, que es introducida en la Vida Nueva de su Señor por medio del Espíritu que Cristo le dio el día del primer Pentecostés.
Cada domingo de Pascua nos invita a descubrir la presencia de Jesús resucitado y nos ayuda a sumergirnos poco a poco en el misterio de Cristo. Asimismo, los Evangelios, que están llenos de una extrema riqueza espiritual, marcan este recorrido de manera especial, sin olvidar que los tres años litúrgicos aportan mucha diversidad a estas celebraciones.
Tengamos en cuenta que, en primer lugar, los Evangelios retoman cada una de las diferentes apariciones de Cristo luego de haber resucitado. De este modo, cada año, la confesión de fe del discípulo «amado» en el Evangelio de Juan, el famoso relato de la incredulidad de Santo Tomás, entre otros.
Además, en el tercer domingo de Pascua, en general se lee el pasaje sobre la aparición de Jesús a sus discípulos en el camino de Emaús (Lucas 24:35-48), el relato de la pesca milagrosa (Juan 21:1-19), o el relato de la cena de Cristo con sus discípulos (Lucas 24:41), teniendo en cuenta que, los Evangelios difieren según el año litúrgico:
Luego, a partir del cuarto domingo de Pascua, los Evangelios nos conducen a una meditación sobre la naturaleza de Cristo y sus mandamientos, pero también anuncian el Pentecostés:
- El 4º domingo, se lee el discurso de Jesús sobre el buen Pastor: “Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí” (Juan 10:11-18)
- Del 5º al 7º domingo generalmente se leen pasajes del Evangelio de San Juan, que recuerdan los mandamientos de Jesús: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Juan 15:9-17) y anuncian la venida del Espíritu Santo: “No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes” (Juan 14:18).
- El octavo domingo es el domingo de Pentecostés, y ese día se vuelve a leer el evangelio de San Juan, que revela las palabras de Jesús sobre la venida del Paráclito, el Defensor: “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes” (Juan 14:15-16; 23b-26).